lunes, 16 de junio de 2014

OBRAS COMPLETAS (Y OTROS CUENTOS)

AUGUSTO MONTERROSO

este libro pertenece al programa nacional de lectura, de la biblioteca de la escuela secundaria técnica 60, de la que me enorgullece estudiar ahí.

-MI REDACCIÓN:

ya desde el titulo, el autor crea un universo inquietante, entre burlas y veras, entre el humor y la paradoja sorprendente. en "el eclipse", por ejemplo, alguien trata  de darles lecciones de astronomía a los mayas, con nefastas consecuencias.

"EL ECLIPSE"

Cuando fray bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible  que se disponía a  sacrificarlo ante un  altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de si mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de aristoteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, engañar a sus opresores y salvar la vida.
-si me metais-les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron  fijamente y Bartolome  sorprendió la incredulidad en sus ojos. vio que se produjo un pequeño consejo, esperó conciliado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartalomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la pierda de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una  por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que  los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de aristoteles.



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